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Viernes de la cuarta semana de Cuaresma

Pretender saber de dónde viene Jesús es arriesgado, porque puede cerrar los ojos y endurecer el corazón respecto al don de Dios, así también con nuestros hermanos en las relaciones cotidianas.

La fe en Jesús como enviado del Padre debe ir acompañada de un rasgo de humildad y de aceptar no saberlo todo.

No pocas veces para nosotros también la vara de medir es la crítica, y nuestra convicción básica es que lo que ya creemos saber no tiene nada nuevo en su interior. A veces así tratamos a quienes viven a nuestro lado, con crítica y resignación.

Presumir que sabemos es la raíz de toda nuestra tragedia personal. En cambio, toda revolución y cambio surge de la duda razonable de que tal vez no lo sabemos todo y que haríamos bien en confiar en nosotros mismos de vez en cuando.

Así que abrámonos a las noticias, ¡solo nos beneficiaremos!


RIMERA LECTURA

Condenémoslo a una muerte infame.

Lectura del libro de la Sabiduría 2, 1a. 12-22

Los impíos dicen entre sí, razonando equivocadamente: “Tendamos trampas al justo, porque nos molesta y se opone a nuestra manera de obrar; nos echa en cara las transgresiones a la Ley y nos reprocha las faltas contra la enseñanza recibida. Él se gloría de poseer el conocimiento de Dios y se llama a sí mismo hijo del Señor.

Es un vivo reproche contra nuestra manera de pensar y su sola presencia nos resulta insoportable, porque lleva una vida distinta de los demás y va por caminos muy diferentes.

Nos considera como algo viciado y se aparta de nuestros caminos como de las inmundicias. Él proclama dichosa la suerte final de los justos y se jacta de tener por padre a Dios.

Veamos si sus palabras son verdaderas y comprobemos lo que le pasará al final. Porque si el justo es hijo de Dios, Él lo protegerá y lo librará de las manos de sus enemigos. Pongámoslo a prueba con ultrajes y tormentos, para conocer su temple y probar su paciencia. Condenémoslo a una muerte infame, ya que él asegura que Dios lo visitará”.

Así razonan ellos, pero se equivocan, porque su malicia los ha enceguecido. No conocen los secretos de Dios, no esperan retribución por la santidad, ni valoran la recompensa de las almas puras.

Palabra de Dios.

 

EVANGELIO

Quisieron detenerlo, pero todavía no había llegado su hora.

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 7, 1-2. 10. 14. 25-30

Jesús recorría la Galilea; no quería transitar por Judea porque los judíos intentaban matarlo.

Se acercaba la fiesta judía de las Chozas. Cuando sus hermanos subieron para la fiesta, también Él subió, pero en secreto, sin hacerse ver. Promediaba ya la celebración de la fiesta, cuando Jesús subió al Templo y comenzó a enseñar.

Algunos de Jerusalén decían: “¿No es éste Aquél a quien querían matar? ¡Y miren como habla abiertamente y nadie le dice nada! ¿Habrán reconocido las autoridades que es verdaderamente el Mesías? Pero nosotros sabemos de dónde es éste; en cambio, cuando venga el Mesías, nadie sabrá de dónde es”.

Entonces Jesús, que enseñaba en el Templo, exclamó: “¿Así que ustedes me conocen y saben de dónde soy?

Sin embargo, Yo no vine por mi propia cuenta; pero el que me envió dice la verdad, y ustedes no lo conocen.

Yo sí lo conozco, porque vengo de Él y es Él el que me envió”.

Entonces quisieron detenerlo, pero nadie puso las manos sobre Él, porque todavía no había llegado su hora.

Parola del Signore

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