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Viernes de la Quinta semana de Cuaresma

El aumento de las disputas que nos ha entregado la liturgia en los últimos días ha hecho que seamos más conscientes de que nos acercamos al final de la Cuaresma, hoy se nos recuerda que ni siquiera Jesús (como el profeta Jeremías en su tiempo) fue preservado de un camino de maduración en el sufrimiento para permanecer fiel a su historia y a su misión.

Hoy podemos tomarnos el tiempo de reflexionar sobre la violencia que a veces se esconde en nuestras palabras o en nuestros silencios. En el Evangelio de hoy Jesús intenta por todos los medios crear espacios de diálogo, pero se encuentra ante la puerta cerrada de sus interlocutores. Sentirse dueños de la verdad puede llevarnos a armarnos contra los demás, sin embargo, la verdadera prueba de estar en la Verdad es la capacidad de dialogar siempre, y con todos.

Preguntémonos si somos capaces de dialogar con todos, especialmente con aquellos que discrepan abiertamente de nosotros.

Incluso desde nuestra capacidad de callar vemos la adhesión al mensaje de Jesús, ¡Él, que eligió no defenderse por amor a nosotros!


PRIMERA LECTURA

El Señor está conmigo como un guerrero temible.

Lectura del libro de Jeremías 20, 10-13

Dijo el profeta Jeremías:

Oía los rumores de la gente: “¡Terror por todas partes! ¡Denúncienlo! ¡Sí, lo denunciaremos!” Hasta mis amigos más íntimos acechaban mi caída: “Tal vez se lo pueda seducir; prevaleceremos sobre él y nos tomaremos nuestra venganza”.

Pero el Señor está conmigo como un guerrero temible: por eso mis perseguidores tropezarán y no podrán prevalecer; se avergonzarán de su fracaso, será una confusión eterna, inolvidable.

Señor de los ejércitos, que examinas al justo, que ves las entrañas y el corazón, ¡que yo vea tu venganza sobre ellos!, porque a ti he encomendado mi causa. ¡Canten al Señor, alaben al Señor, porque Él libró la vida del indigente del poder de los malhechores!

Palabra de Dios.

 

EVANGELIO

Intentaron detenerlo, pero Él se les escapó de las manos.

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 10, 31-42

Los judíos tomaron piedras para apedrear a Jesús.

Entonces Jesús dijo: “Les hice ver muchas obras buenas que vienen del Padre; ¿por cuál de ellas me quieren apedrear?”

Los judíos le respondieron: “No queremos apedrearte por ninguna obra buena, sino porque blasfemas, ya que, siendo hombre, te haces Dios”.

Jesús les respondió: “¿No está escrito en la Ley de ustedes: "Yo dije: Ustedes son dioses"?

Si la Ley llama dioses a los que Dios dirigió su Palabra -y la Escritura no puede ser anulada- ¿cómo dicen: ‘Tú blasfemas’, a quien el Padre santificó y envió al mundo, porque dijo: ‘Yo soy Hijo de Dios’? Si no hago las obras de mi Padre, no me crean; pero si las hago, crean en las obras, aunque no me crean a mí. Así reconocerán y sabrán que el Padre está en mí y Yo en el Padre”.

Ellos intentaron nuevamente detenerlo, pero Él se les escapó de las manos.

Jesús volvió a ir al otro lado del Jordán, al lugar donde Juan Bautista había bautizado, y se quedó allí. Muchos fueron a verlo, y la gente decía: “Juan no ha hecho ningún signo, pero todo lo que dijo de este hombre era verdad”. Y en ese lugar muchos creyeron en Él.

Palabra del Señor.

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